Cuando un huracán golpea las costas del Caribe Mexicano, un grupo de 41 voluntarios está preparado para salvar corales que fueron impactados por la fuerza del mar en el Parque Nacional Arrecifes de Puerto Morelos.
Las aguas de Puerto Morelos casi siempre son calmadas. El movimiento del mar se asemeja al de una gran alberca que los bañistas disfrutan en este destino turístico ubicado al norte de Quintana Roo.
Desde el puerto principal, de frente, a unos dos kilómetros, se puede observar el rompimiento de grandes olas. Pierden fuerza al hacer contacto con la barrera de coral situada frente a la costa.
Las aguas son tranquilas, pero “al mar hay que tenerle respeto”, dice un pescador a la orilla del muelle de madera, al que le faltan tablas que se tragó el mar durante el huracán Delta, en octubre de 2020. Un emblemático faro inclinado también resguarda la memoria de los estragos que dejó el huracán Beulah en 1967.
Ellos son los Guardianes del Arrecife, una brigada conformada, principalmente, por biólogos, pescadores y buzos, que busca hacer frente al deterioro del arrecife ocasionado por la actividad humana y el cambio climático.
Además de la protección de la costa, la barrera coralina situada frente a las costas de Puerto Morelos es clave para las dos principales actividades económicas de la comunidad: la pesca y el turismo, afirma María del Carmen García Rivas, directora del Parque Nacional Arrecifes de Puerto Morelos, decretado como área natural protegida en 1991.
Con fenómenos naturales cada vez más intensos, los ecosistemas también necesitan ayuda para resistir, agrega García Rivas.
La brigada, que nació con el impulso de la organización The Nature Conservancy, ha pasado por un proceso de capacitación para salvar la mayor cantidad de corales posibles, explica Aysha Carolina, buza certificada y actual coordinadora del colectivo.
Cuando un huracán se avecina, los Guardianes del Arrecife activan el protocolo de actuación inmediata: primero se verifica la disponibilidad de los integrantes; luego identifican los sitios más vulnerables y las especies más frágiles, como los corales ramificados.
Una vez que el huracán se degrada se realiza un primer recorrido para examinar los daños y decidir acciones. La más inmediata es pegar con un cemento especial los fragmentos de coral más grandes, para que continúen creciendo y “formando estructura” en el arrecife.
Los fragmentos más pequeños son recolectados y trasladados a un vivero marino que cuenta con las condiciones idóneas; ahí crecerán para, más tarde, ser “sembrados” en zonas afectadas.
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